El pH es un factor determinante en la fisiología de los cultivos y debido a las prácticas agrícolas éste tiende a ser por lo general
de carácter alcalino, tanto en el suelo como en el agua, lo que influye negativamente en la actividad microbiana del suelo y en la presencia de determinados nutrientes que en estos medios suelen lixiviarse, como es el caso del hierro.
Casi todos los tratamientos de fumigación con productos ecológicos deben realizarse en pH en torno al 6,5 por lo que la labor del zumo de limón es primordial; de hecho pHs distintos a 6,5 influyen mucho en la eficacia del tratamiento.
El zumo de limón concentrado posee un pH de 2,2 (el vinagre está
en torno al 3) por lo que las cantidades que se aplican para corregir son mínimas; en todo caso depende del tipo de agua, pH que debemos conseguir y del que partimos inicialmente; todo esto nos lleva a que dicho proceso siempre deba controlarse con la utilización de un medidor o controlador de pH.