Silly Love Songs---McCartney & Wings
No fue una tarde más
Re: No fue una tarde más
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: No fue una tarde más
En el mes de noviembre, el mismo profesor, el que yo había considerado que se le había ido la cabeza cuando manifestó en clase la manera de subir la nota a la que podíamos acogernos, realizó un examen de prueba. Ese examen de prueba no lo aprobó nadie de los aproximadamente 240 alumnos que lo realizamos.
Hubo un día en la que el profesor nos explicó algunos ítems o preguntas del examen que todos habíamos fallado. Hubo una compañera que le recriminó al profesor, argumentando, que si todos, los 240, opinábamos de una manera, y él, nuestro profesor, de otra, que quizá, teníamos razón los alumnos. Era un ítem sobre el análisis de la personalidad de uno de los protagonistas de una película, y según el profesor la respuesta correcta era “Amabilidad baja”. La respuesta del profesor, mantuvo el tono chulesco de siempre: “Las respuestas correctas del examen son las que el profesor de la asignatura diga. Y el profesor soy yo.”
Unos días después el profesor, como era su costumbre se había ido yendo hacia el centro de la clase, caminando junto a la pared del pasillo. Estaba realizando uno de sus monólogos sin preparar con los que comenzaba siempre sus clases, y claro, había mucho ruido de conversaciones en voz baja, los de las primeras filas no lo estábamos prestando atención, la compañera a mi izquierda, harta, tenía la barbilla apoyada en la mesa, y yo me puse, sin saber porqué a mirar hacia dónde el profesor estaba, pues se había quedado mudo de repente. El profesor estaba mirando hacia la pared y callado. El murmullo en clase fue creciendo, hasta que el profesor de repente, se giró, miró hacia el centro de la clase y dijo en voz alta y clara: “Carlota”. Su cara no mostraba enfado, ni desagrado, sino que sonreía o se reía, y sus ojillos miraban fijamente hacia el centro de la clase.
La compañera que unos días antes había intentado corregir al profesor se ruborizó.
En un minuto, el profesor retomó el hilo argumental, y siguió con su perorata sin sentido para la mayoría de sus oyentes.
Hubo un día en la que el profesor nos explicó algunos ítems o preguntas del examen que todos habíamos fallado. Hubo una compañera que le recriminó al profesor, argumentando, que si todos, los 240, opinábamos de una manera, y él, nuestro profesor, de otra, que quizá, teníamos razón los alumnos. Era un ítem sobre el análisis de la personalidad de uno de los protagonistas de una película, y según el profesor la respuesta correcta era “Amabilidad baja”. La respuesta del profesor, mantuvo el tono chulesco de siempre: “Las respuestas correctas del examen son las que el profesor de la asignatura diga. Y el profesor soy yo.”
Unos días después el profesor, como era su costumbre se había ido yendo hacia el centro de la clase, caminando junto a la pared del pasillo. Estaba realizando uno de sus monólogos sin preparar con los que comenzaba siempre sus clases, y claro, había mucho ruido de conversaciones en voz baja, los de las primeras filas no lo estábamos prestando atención, la compañera a mi izquierda, harta, tenía la barbilla apoyada en la mesa, y yo me puse, sin saber porqué a mirar hacia dónde el profesor estaba, pues se había quedado mudo de repente. El profesor estaba mirando hacia la pared y callado. El murmullo en clase fue creciendo, hasta que el profesor de repente, se giró, miró hacia el centro de la clase y dijo en voz alta y clara: “Carlota”. Su cara no mostraba enfado, ni desagrado, sino que sonreía o se reía, y sus ojillos miraban fijamente hacia el centro de la clase.
La compañera que unos días antes había intentado corregir al profesor se ruborizó.
En un minuto, el profesor retomó el hilo argumental, y siguió con su perorata sin sentido para la mayoría de sus oyentes.
Si eliminaramos todos los corruptos de este mundo nos aburririamos mucho: quedaríamos tres o cuatro gatos!!