Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Os voy a decir que yo quería ir a estudiar Ingeniería Industrial al I.C.A.I., a Madrid. Para poder optar a una plaza allí hay que realizar un examen de acceso en el propio I.C.A.I.
Para ello, un día del mes de abril tuve que faltar a las clases de C.O.U.
Mi padre, mi tío, y yo mismo, fuimos en coche hasta las mismas puertas del Instituto Católico de Artes e Industrias. Aquel día una centena de candidatos a matricularnos allí competíamos en un examen que evaluaba no sólo los conocimientos adquiridos hasta ese momento, sino también la inteligencia, las capacidades de razonamiento abstracto, la capacidad de adivinar el siguiente elemento de una serie matemática, y también la memoria . Tuvimos que hacer pruebas de una media hora de duración cada una. Había preguntas de todo tipo, de química de bachillerato, de física, de matemáticas, de cultura general, de dibujo técnico…..
Al día siguiente tuve clase de matemáticas, en mi clase C.O.U. 3. El profesor de la asignatura, Gervasio Fuentes, al inicio de la clase, me hizo un gesto para que me acercara, y así lo hice.
-Buenos días. Ayer has faltado a clase, ¿puedo saber el motivo?
-Estuve en Madrid a hacer una prueba de acceso.
-Una prueba de acceso, ¿dónde?
-En I.C.A.I. para estudiar el curso que viene Ingeniería Industrial.
-Y, cómo no me pediste permiso para faltar un día. Pregunté en la sala de profesores la razón de tu ausencia.
- Siento no habérselo dicho con antelación.
-Pues has ido a Madrid para nada, un día perdido.
-¿Porqué?
-Porque independientemente de que hayas hecho mejor o peor esa prueba, conmigo no vas a aprobar matemáticas en junio. Puedes irte a tu sitio.
Estuve dudando durante varios días si ir a hablar o no con mi tutor que me daba Lengua y literatura, o con el jefe de estudios que me daba Química. Pero decidí que era mejor no echar leña al fuego, dedicarme a estudiar y que sucediera lo que tuviera que suceder.
Efectivamente, me suspendió matemáticas. Me contaron mi tutor, la profesora de inglés, Ana, mi profesor de Filosofía, Daniel, y el profesor de Física, que habían hecho lo imposible para que Gervasio cediera y me aprobara Matemáticas.
El Colegio organizaba un cursillo de recuperación de asignaturas suspensas en el mes de julio, para que luego los alumnos tuvieran el verano para descansar, entre las cuales estaba Matemáticas. Allí estuve todo el mes resolviendo problemas en la pizarra. No es que fuera yo sólo, pero es que sin exagerar, un día sí y otro no, era yo el que invariablemente salía a la pizarra bien a demostrar un Teorema, o bien a resolver un problema práctico. Me tuvo de profesor a días alternos, y tuvo la amabilidad de ponerme una calificación de BIEN 6,5.
Realicé la Selectividad en Salamanca en Septiembre de 1989, y a pesar de que tuvimos algunos correctores de exámentes que nos puntuaron a la baja, supongo que sabiendo que éramos alumnos de un Colegio privado, como fue en Lengua y Literatura y en Inglés, el Colegio decidió no presentar una queja y una solicitud de revisión de ciertas calificaciones.
Recuerdo que la nota más alta de todos los del Colegio en Lengua y Literatura fue un 5.0, por poner un ejemplo.
A pesar de ello, todos aprobamos la Selectividad, y acabé con una nota final para acceder a la Universidad de 7,2.
Estuve dudando qué hacer, y al final, me decidí que lo más parecido para seguir en Salamanca era estudiar Físicas. Y allí me matriculé.
En primer curso las asignaturas eran Física General, Química General, Análisis Matemático, y Álgebra lineal. Asistíamos a las clases en un aula del edificio de Matemáticas, que era el aula más grande al final del pasillo.
Enseguida me empezó a gustar asistir a las clases y como ha sido mi costumbre, me sentaba en primera fila. Las clases eran de 50 minutos, empezando a las horas en punto y terminando a menos diez. Entraba todos los días a las nueve en punto y salía a la una menos diez.
Enseguida vi un anuncio de los programas deportivos que ofrecía la Universidad, y recuerdo que me apunté a un curso de ajedrez que se impartía en el Colegio Universitario San Bartolomé.
Allí conocí a los que fueron mis compañeros dos tardes cada semana.
Entre ellos estaban Mario Alves Santos, Cristian Kneipp, Guillermo Lannelongue, Fernando Castaño Sequeros, Wen Yen Lin, Jesús Asín Gascón y otros cuyo nombre no recuerdo.
Pronto se nos ofreció ser miembros de un equipo que se denominaría Universidad de Salamanca, y que participaría entre otros Torneos, en el provincial por equipos de Salamanca. Elegimos que Mario Alves fuera nuestro delegado y nuestro capitán. Y enseguida surgió la pregunta de cómo íbamos a configurar lo que se denomina Orden de fuerza. En el Orden de fuerza figuran los nombres de los jugadores desde el Nº1 hasta el último de los jugadores. Entre todos los miembros del equipo, solamente dos queríamos hacer un Match para dilucidar quién sería el jugador Nº1. Y así organizamos un Match a seis partidas entre los dos candidatos a encabezar el equipo. Fernando Castaño Sequeros, estudiante de Derecho, y Jesús Velázquez Zurdo (yo mismo) estudiante de Físicas, se enfrentaron en un duelo con unas reglas definidas de antemano, y pactadas por ambos. Las partidas las jugaríamos en la cafetería La Tosca, que estaba a tiro de piedra de la Facultad de Físicas. Cada partida duraría como máximo una hora, es decir con treinta minutos de tiempo en el reloj de cada contendiente. Las partidas las jugaríamos a partir de las 13 horas, que era cuando yo salía de la cuarta clase y última de la mañana. Y por petición de Fernando Castaño, que tenía cierto interés en practicar una apertura concreta, todas las partidas del Match debían empezar del siguiente modo:
1. d4, Cf6
2. c4, g6
3. Cc3, Ag7
4. e4, d6
Que se denomina Defensa India de Rey. Sorteamos los colores para la partida inicial y a mí me correspondió iniciar la primera partida con las piezas negras.
Fernando Castaño eligió el sistema clásico continuando la partida:
5. Cf3, O-O
6. Ae2, e5
7. O-O, Cc6
8. d5, Ce7
Nos adentramos en la peligrosa y aguda variante Yugoslava, favorita del por entonces campeón mundial Garri Kasparov, del que había estudiado bastantes de sus partidas.
Como os podéis imaginar la partida acabó con el Rey blanco en jaque mate, y la victoria negra.
Para ello, un día del mes de abril tuve que faltar a las clases de C.O.U.
Mi padre, mi tío, y yo mismo, fuimos en coche hasta las mismas puertas del Instituto Católico de Artes e Industrias. Aquel día una centena de candidatos a matricularnos allí competíamos en un examen que evaluaba no sólo los conocimientos adquiridos hasta ese momento, sino también la inteligencia, las capacidades de razonamiento abstracto, la capacidad de adivinar el siguiente elemento de una serie matemática, y también la memoria . Tuvimos que hacer pruebas de una media hora de duración cada una. Había preguntas de todo tipo, de química de bachillerato, de física, de matemáticas, de cultura general, de dibujo técnico…..
Al día siguiente tuve clase de matemáticas, en mi clase C.O.U. 3. El profesor de la asignatura, Gervasio Fuentes, al inicio de la clase, me hizo un gesto para que me acercara, y así lo hice.
-Buenos días. Ayer has faltado a clase, ¿puedo saber el motivo?
-Estuve en Madrid a hacer una prueba de acceso.
-Una prueba de acceso, ¿dónde?
-En I.C.A.I. para estudiar el curso que viene Ingeniería Industrial.
-Y, cómo no me pediste permiso para faltar un día. Pregunté en la sala de profesores la razón de tu ausencia.
- Siento no habérselo dicho con antelación.
-Pues has ido a Madrid para nada, un día perdido.
-¿Porqué?
-Porque independientemente de que hayas hecho mejor o peor esa prueba, conmigo no vas a aprobar matemáticas en junio. Puedes irte a tu sitio.
Estuve dudando durante varios días si ir a hablar o no con mi tutor que me daba Lengua y literatura, o con el jefe de estudios que me daba Química. Pero decidí que era mejor no echar leña al fuego, dedicarme a estudiar y que sucediera lo que tuviera que suceder.
Efectivamente, me suspendió matemáticas. Me contaron mi tutor, la profesora de inglés, Ana, mi profesor de Filosofía, Daniel, y el profesor de Física, que habían hecho lo imposible para que Gervasio cediera y me aprobara Matemáticas.
El Colegio organizaba un cursillo de recuperación de asignaturas suspensas en el mes de julio, para que luego los alumnos tuvieran el verano para descansar, entre las cuales estaba Matemáticas. Allí estuve todo el mes resolviendo problemas en la pizarra. No es que fuera yo sólo, pero es que sin exagerar, un día sí y otro no, era yo el que invariablemente salía a la pizarra bien a demostrar un Teorema, o bien a resolver un problema práctico. Me tuvo de profesor a días alternos, y tuvo la amabilidad de ponerme una calificación de BIEN 6,5.
Realicé la Selectividad en Salamanca en Septiembre de 1989, y a pesar de que tuvimos algunos correctores de exámentes que nos puntuaron a la baja, supongo que sabiendo que éramos alumnos de un Colegio privado, como fue en Lengua y Literatura y en Inglés, el Colegio decidió no presentar una queja y una solicitud de revisión de ciertas calificaciones.
Recuerdo que la nota más alta de todos los del Colegio en Lengua y Literatura fue un 5.0, por poner un ejemplo.
A pesar de ello, todos aprobamos la Selectividad, y acabé con una nota final para acceder a la Universidad de 7,2.
Estuve dudando qué hacer, y al final, me decidí que lo más parecido para seguir en Salamanca era estudiar Físicas. Y allí me matriculé.
En primer curso las asignaturas eran Física General, Química General, Análisis Matemático, y Álgebra lineal. Asistíamos a las clases en un aula del edificio de Matemáticas, que era el aula más grande al final del pasillo.
Enseguida me empezó a gustar asistir a las clases y como ha sido mi costumbre, me sentaba en primera fila. Las clases eran de 50 minutos, empezando a las horas en punto y terminando a menos diez. Entraba todos los días a las nueve en punto y salía a la una menos diez.
Enseguida vi un anuncio de los programas deportivos que ofrecía la Universidad, y recuerdo que me apunté a un curso de ajedrez que se impartía en el Colegio Universitario San Bartolomé.
Allí conocí a los que fueron mis compañeros dos tardes cada semana.
Entre ellos estaban Mario Alves Santos, Cristian Kneipp, Guillermo Lannelongue, Fernando Castaño Sequeros, Wen Yen Lin, Jesús Asín Gascón y otros cuyo nombre no recuerdo.
Pronto se nos ofreció ser miembros de un equipo que se denominaría Universidad de Salamanca, y que participaría entre otros Torneos, en el provincial por equipos de Salamanca. Elegimos que Mario Alves fuera nuestro delegado y nuestro capitán. Y enseguida surgió la pregunta de cómo íbamos a configurar lo que se denomina Orden de fuerza. En el Orden de fuerza figuran los nombres de los jugadores desde el Nº1 hasta el último de los jugadores. Entre todos los miembros del equipo, solamente dos queríamos hacer un Match para dilucidar quién sería el jugador Nº1. Y así organizamos un Match a seis partidas entre los dos candidatos a encabezar el equipo. Fernando Castaño Sequeros, estudiante de Derecho, y Jesús Velázquez Zurdo (yo mismo) estudiante de Físicas, se enfrentaron en un duelo con unas reglas definidas de antemano, y pactadas por ambos. Las partidas las jugaríamos en la cafetería La Tosca, que estaba a tiro de piedra de la Facultad de Físicas. Cada partida duraría como máximo una hora, es decir con treinta minutos de tiempo en el reloj de cada contendiente. Las partidas las jugaríamos a partir de las 13 horas, que era cuando yo salía de la cuarta clase y última de la mañana. Y por petición de Fernando Castaño, que tenía cierto interés en practicar una apertura concreta, todas las partidas del Match debían empezar del siguiente modo:
1. d4, Cf6
2. c4, g6
3. Cc3, Ag7
4. e4, d6
Que se denomina Defensa India de Rey. Sorteamos los colores para la partida inicial y a mí me correspondió iniciar la primera partida con las piezas negras.
Fernando Castaño eligió el sistema clásico continuando la partida:
5. Cf3, O-O
6. Ae2, e5
7. O-O, Cc6
8. d5, Ce7
Nos adentramos en la peligrosa y aguda variante Yugoslava, favorita del por entonces campeón mundial Garri Kasparov, del que había estudiado bastantes de sus partidas.
Como os podéis imaginar la partida acabó con el Rey blanco en jaque mate, y la victoria negra.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Música de la época: Phil Collins--Father to son.
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Cierto día, tras haber comido, oí mi nombre por los altavoces del Centro Universitario Marista. El portero estaba diciendo: Jesús Velázquez, tienes visita.
Era mi hermano. Tenía un problema en el colegio con un profesor que le daba dos asignaturas, Latín y Literatura Española. Según me contó, por dejar copiar a un compañero, que había estado una semana esquiando en Suiza, justo antes de los exámenes. Como es alguien conocido no voy a decir quién era el compañero a quien mi hermano permitió copiar. El caso es que el profesor comprobó que había dos exámenes exactamente iguales, palabra por palabra, y tomó la determinación de suspenderles a los dos, tanto latín como literatura.
Traté de tranquilizar a mi hermano y le dije que pidiera una cita con el Director del Colegio Maristas Champagnat.
Pocos días después mi hermano me comunicó que el director nos recibiría en su despacho a las cuatro de la tarde, después de haber comido.
El encuentro fue muy agradable y productivo, aunque para mí resultó algo doloroso.
Le empecé contando que un profesor de C.O.U. me cogió manía antes incluso de yo haber pisado por primera vez el Colegio. Resulta que el profesor que me daba Física Y Química en Arévalo, conocía o era amigo, o se iba de vinos con el tal Gervasio, que me dio matématicas en C.O.U en Salamanca. Agapito, que así se llamaba mi profesor de Física y Química le tuvo que hablar maravillas de mí: que si soy muy trabajador, que si me aprendo todo de memoria, que si soy el mejor alumno que ha tenido……
Y de vinos, el tal Gervasio, le dijo a Agapito, no te preocupes, que por muy bueno que sea, yo me lo cargo.
Y así fue, le conté al director del colegio, como me llamó, y como me dijo en el mes de abril que no me iba a aprobar matemáticas.
No quiero que a mi hermano le suceda lo mismo con su profesor de latín y de literatura. Resulta, que por ser buen compañero mi hermano, ya que el otro había estado esquiando en Suiza, y no había estudiado nada, lo dejó copiar el examen. Pues bien, no voy a tolerar que otro profesor de un colegio privado le coja manía a mi hermano, y que le suceda lo que me sucedió a mí. Quiero pedirle por favor que hable con el profesor, que le cuente la verdad, que es cierto que mi hermano dejó que el compañero copiase, pero que olvide lo sucedido, y a partir de ahora lo califique con justicia. También dije por supuesto que mi hermano había obrado mal, pero que eso no merecía dos suspensos al finalizar el curso.
El director del colegio me pidió disculpas por lo que me había sucedido en C.O.U. y también me aseguró, que hablaría con el profesor de mi hermano, y que todo quedaría arreglado.
En los exámenes que siguieron de latín y literatura, obtuvo dos Notable 8.
Asunto arreglado.
En la misma calle del colegio, en la Avenida Champagnat vivía Jesús Asín Gascón. Recuerdo perfectamente el día que me dijo, es muy fácil recordar el piso donde vivo, Chuchi, todo 2.
Fui como habíamos quedado al portal Nº 2, y llamé al 2ºB.
-Sube Chuchi.
Una vez arriba estuve un rato saludando a su madre, a quien no conocía.
Después fui con él a su habitación. Todo lo que allí había estaba de una manera o de otra relacionado con el ajedrez.
En el ordenador tenía un programa en ejecución Chessmaster2000.
En la mesa de estudio suya, tenía un tablero de madera para que yo jugase sin tener que pasarme la tarde mirando a la pantalla.
El reto era muy claro. Si vences con negras al Chessmaster2000 te regalo todos los libros de aperturas de ajedrez que tengo en la estantería. Ahora mismo dudo si se los quería quitar de en medio por antiguos, o realmente pensaba que el Chessmaster2000 era un buen programa de ajedrez.
Me pasé la tarde allí jugando con negras en el tablero de madera, mientras Asín movía las piezas blancas, efectuando el movimiento que el programa decidía. A las ocho de la tarde aproximadamente había ganado con negras al Chessmaster2000 con una variante tranquila de la Española, que se llama Zaitsev y era favorita de Anatoly Karpov.
Todo orgulloso, cogió todos sus libros de aperturas y me dijo, Chuchi, enhorabuena, estos libros son tuyos.
Con el tiempo cogimos mucha amistad, pues éramos compañeros en Físicas. Los libros estaban algo anticuados, y eran libros de apertura básicos, los leí, y los vendí enseguida por mil pesetas a uno que estaba interesado. No me servían para nada.
Era mi hermano. Tenía un problema en el colegio con un profesor que le daba dos asignaturas, Latín y Literatura Española. Según me contó, por dejar copiar a un compañero, que había estado una semana esquiando en Suiza, justo antes de los exámenes. Como es alguien conocido no voy a decir quién era el compañero a quien mi hermano permitió copiar. El caso es que el profesor comprobó que había dos exámenes exactamente iguales, palabra por palabra, y tomó la determinación de suspenderles a los dos, tanto latín como literatura.
Traté de tranquilizar a mi hermano y le dije que pidiera una cita con el Director del Colegio Maristas Champagnat.
Pocos días después mi hermano me comunicó que el director nos recibiría en su despacho a las cuatro de la tarde, después de haber comido.
El encuentro fue muy agradable y productivo, aunque para mí resultó algo doloroso.
Le empecé contando que un profesor de C.O.U. me cogió manía antes incluso de yo haber pisado por primera vez el Colegio. Resulta que el profesor que me daba Física Y Química en Arévalo, conocía o era amigo, o se iba de vinos con el tal Gervasio, que me dio matématicas en C.O.U en Salamanca. Agapito, que así se llamaba mi profesor de Física y Química le tuvo que hablar maravillas de mí: que si soy muy trabajador, que si me aprendo todo de memoria, que si soy el mejor alumno que ha tenido……
Y de vinos, el tal Gervasio, le dijo a Agapito, no te preocupes, que por muy bueno que sea, yo me lo cargo.
Y así fue, le conté al director del colegio, como me llamó, y como me dijo en el mes de abril que no me iba a aprobar matemáticas.
No quiero que a mi hermano le suceda lo mismo con su profesor de latín y de literatura. Resulta, que por ser buen compañero mi hermano, ya que el otro había estado esquiando en Suiza, y no había estudiado nada, lo dejó copiar el examen. Pues bien, no voy a tolerar que otro profesor de un colegio privado le coja manía a mi hermano, y que le suceda lo que me sucedió a mí. Quiero pedirle por favor que hable con el profesor, que le cuente la verdad, que es cierto que mi hermano dejó que el compañero copiase, pero que olvide lo sucedido, y a partir de ahora lo califique con justicia. También dije por supuesto que mi hermano había obrado mal, pero que eso no merecía dos suspensos al finalizar el curso.
El director del colegio me pidió disculpas por lo que me había sucedido en C.O.U. y también me aseguró, que hablaría con el profesor de mi hermano, y que todo quedaría arreglado.
En los exámenes que siguieron de latín y literatura, obtuvo dos Notable 8.
Asunto arreglado.
En la misma calle del colegio, en la Avenida Champagnat vivía Jesús Asín Gascón. Recuerdo perfectamente el día que me dijo, es muy fácil recordar el piso donde vivo, Chuchi, todo 2.
Fui como habíamos quedado al portal Nº 2, y llamé al 2ºB.
-Sube Chuchi.
Una vez arriba estuve un rato saludando a su madre, a quien no conocía.
Después fui con él a su habitación. Todo lo que allí había estaba de una manera o de otra relacionado con el ajedrez.
En el ordenador tenía un programa en ejecución Chessmaster2000.
En la mesa de estudio suya, tenía un tablero de madera para que yo jugase sin tener que pasarme la tarde mirando a la pantalla.
El reto era muy claro. Si vences con negras al Chessmaster2000 te regalo todos los libros de aperturas de ajedrez que tengo en la estantería. Ahora mismo dudo si se los quería quitar de en medio por antiguos, o realmente pensaba que el Chessmaster2000 era un buen programa de ajedrez.
Me pasé la tarde allí jugando con negras en el tablero de madera, mientras Asín movía las piezas blancas, efectuando el movimiento que el programa decidía. A las ocho de la tarde aproximadamente había ganado con negras al Chessmaster2000 con una variante tranquila de la Española, que se llama Zaitsev y era favorita de Anatoly Karpov.
Todo orgulloso, cogió todos sus libros de aperturas y me dijo, Chuchi, enhorabuena, estos libros son tuyos.
Con el tiempo cogimos mucha amistad, pues éramos compañeros en Físicas. Los libros estaban algo anticuados, y eran libros de apertura básicos, los leí, y los vendí enseguida por mil pesetas a uno que estaba interesado. No me servían para nada.
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Las partidas que jugué con Fernando Castaño Sequeros variaron muy poco.
En las que jugué con negras, tres, la posición base era:
En las que jugué con negras, tres, la posición base era:
- Adjuntos
-
- Defensa india rey: variante yugoslava
- yugoslav.jpg (21.06 KiB) Visto 1773 veces
Última edición por lElouCh el 27 Jul 2020, 17:37, editado 1 vez en total.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Y en las dos que jugué con blancas, Fernando planteó un sistema que de puro flexible, es inofensivo para las blancas, tal como él lo jugó:
- Adjuntos
-
- Ataque Saemisch contra la defensa India de Rey
- Saemisch.jpg (53.07 KiB) Visto 1781 veces
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Tras cinco partidas jugadas, el resultado era contundente: Velázquez 5 - Castaño 0
Tomamos algo antes de irnos a comer, y me comentó que renunciaba a jugar la sexta partida, dado que el resultado en todo caso era aplastante a mi favor.
El sábado siguiente recibí una llamada del delegado y capitán del equipo, Mario Alves Santos, que estudiaba Farmacia. Me vino a decir que existía un problema en el seno del equipo, y que sería conveniente que me acercara por su piso. Me comentó que el domingo por la tarde iban a jugar una partida de Risk, él, su hermana y un amigo suyo, y conmigo éramos cuatro para poder jugar toda la tarde. Acepté su propuesta más que nada para conocer el problema que había en el seno del equipo.
Lo primero que Mario Alves me dijo es, tómate lo que te voy a decir con mucha calma. El asunto es que Fernando Castaño Sequeros sólo va a jugar con nosotros si juega en el tablero Nº1. Si no permitimos que juegue como Nº1 dice que renuncia a jugar con nosotros y que no sabe si no jugará, o lo hará con otro equipo. Yo le argumenté que estaba dolido con las cinco partidas seguidas que yo le había ganado y que se le pasaría. Mario Alves continuó:
También me ha dicho que si le permitimos jugar como Nº1, él nos lleva en su coche el día que tenemos que jugar contra Guijuelo, y eso nos viene muy bien.
¿Qué opinas, Jesús?
-Así las cosas, por mí no hay problema, pero prefiero jugar en el tablero 3 porque me gustan más los números impares. (Evité decir que para no estar al lado del trepa).
-Pues entonces arreglado. Después de cenar llamo a su casa y le digo que te da igual jugar o no como Nº1.
-Mario, en el tablero 1, juegue quien juegue, va a obtener muchos ceros, muchas derrotas, es un tablero muy complicado. Además yo acepté jugar por entrenar un poco, el resultado me importaba entre poco y nada. No entiendo como él se lo ha tomado tan en serio, de verdad, no lo entiendo.
Poco después tomamos un café, llegó su amigo, me presentó a su hermana, y comenzamos a jugar a Risk. Recuerdo que mi misión era conquistar Europa central, pero que la partida no la terminamos, porque se hizo tarde y ninguno logró su objetivo.
Tomamos algo antes de irnos a comer, y me comentó que renunciaba a jugar la sexta partida, dado que el resultado en todo caso era aplastante a mi favor.
El sábado siguiente recibí una llamada del delegado y capitán del equipo, Mario Alves Santos, que estudiaba Farmacia. Me vino a decir que existía un problema en el seno del equipo, y que sería conveniente que me acercara por su piso. Me comentó que el domingo por la tarde iban a jugar una partida de Risk, él, su hermana y un amigo suyo, y conmigo éramos cuatro para poder jugar toda la tarde. Acepté su propuesta más que nada para conocer el problema que había en el seno del equipo.
Lo primero que Mario Alves me dijo es, tómate lo que te voy a decir con mucha calma. El asunto es que Fernando Castaño Sequeros sólo va a jugar con nosotros si juega en el tablero Nº1. Si no permitimos que juegue como Nº1 dice que renuncia a jugar con nosotros y que no sabe si no jugará, o lo hará con otro equipo. Yo le argumenté que estaba dolido con las cinco partidas seguidas que yo le había ganado y que se le pasaría. Mario Alves continuó:
También me ha dicho que si le permitimos jugar como Nº1, él nos lleva en su coche el día que tenemos que jugar contra Guijuelo, y eso nos viene muy bien.
¿Qué opinas, Jesús?
-Así las cosas, por mí no hay problema, pero prefiero jugar en el tablero 3 porque me gustan más los números impares. (Evité decir que para no estar al lado del trepa).
-Pues entonces arreglado. Después de cenar llamo a su casa y le digo que te da igual jugar o no como Nº1.
-Mario, en el tablero 1, juegue quien juegue, va a obtener muchos ceros, muchas derrotas, es un tablero muy complicado. Además yo acepté jugar por entrenar un poco, el resultado me importaba entre poco y nada. No entiendo como él se lo ha tomado tan en serio, de verdad, no lo entiendo.
Poco después tomamos un café, llegó su amigo, me presentó a su hermana, y comenzamos a jugar a Risk. Recuerdo que mi misión era conquistar Europa central, pero que la partida no la terminamos, porque se hizo tarde y ninguno logró su objetivo.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Música de entonces: Do you remember? (Phil Collins)
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
De segundo curso de Físicas, tengo un par de buenas anécdotas que contar. Seguía entrando a las nueve en punto y saliendo a eso de la una. Las asignaturas de ese curso eran Termología I, Mecánica y ondas, y un par de asignaturas más de matemáticas.
Había dos profesores de Mecánica y Ondas. Uno de ellos, Jesús Martín, era muy vivaz, muy divertido en clase, pero le gustaba mucho mirar nuestras caras, y no soportaba las caras de aburrimiento, de cansancio o de estar en babia. Con frecuencia tiraba una tiza con fuerza a aquel alumno que estuviera distraído. El alumno, sí cogía la tiza, demostraba que estaba despierto. Si no cogía la tiza, tenía dos opciones: la primera era salir un poco a la pizarra a que tanto el profesor como los compañeros se rieran un poco de él (con frecuencia no estaba al corriente de la materia y no podía ni sabía responder a las preguntas del profesor Martín). La segunda era salir del aula e ir a tomar un café . El profesor Martín tenía dos obsesiones. La primera era diseñar un péndulo de Foucault con una ayuda eléctrica para que no perdiera amplitud y que no terminase parándose por el efecto de los rozamientos. La segunda era organizar seminarios sobre la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Para la primera obsesión tenía conformado un grupo de alumnos que se dedicaba a diseñar, fabricar, e instalar la ayuda eléctrica que permitiría el primer péndulo de Foucault que funcionara él solito sin perder su amplitud. El invento se probó el día que el Decano de la Facultad de Ciencias asistió a la inauguración de la Facultad de Físicas, que era de nueva construcción, y que se dio por acabada con la instalación del Péndulo.
No estuvo del todo mal, porque hubo un vino español. Pero el péndulo, ayudado por un brazo eléctrico, torció la sonrisa de satisfacción del profesor Martín. La gran bola del péndulo tiene que demostrar la rotación de la tierra, y para tal fin, había colocados unos bolos formando una circunferencia. Si el péndulo funcionaba bien, debería tirar todos los bolos de la circunferencia en 12 horas, en medio día. Mientras nos tomabámos el vino, empezamos a ver que el péndulo no funcionaba bien, pues acabó con todos los bolos tumbados en poco más de una hora. A partir de entonces, el péndulo siempre lo vi parado, y no se volvió a hablar de un péndulo de Foucault autómata.
Si Jesús Martín ocupaba el despacho 33 y era vivaz, nervioso, retador, su contrapunto estaba en el despacho 34. Pilar García Estevez, también impartía la asignatura Mecánica y Ondas. Era bastante joven, guapita de cara, y ciertamente rellenita de carnes. Creo que con el tiempo se convirtió en mi amor platónico. Sí, ese curso, la persona a la que más atención prestaba era a mi profesora de Mecánica y Ondas. Por eso me extraña muchísimo como pudo suceder lo que a continuación os voy a contar.
Ocurrió que mi compañera de la derecha, cierta día faltó a clase. Nunca faltaba, Marta, era una compañera muy responsable, iba todos los días puntualmente a clase, y tenía confeccionados muy buenos apuntes. Jesús Asín, mi compañero del equipo de ajedrez, aprovechó para sentarse conmigo, dado que el asiento a mi derecha ese día estaba libre. Desde el mismo momento que se sentó, llegando tarde, empezó a contarme cosas relacionadas con el fin de semana.
-Chuchi, estuvo bien mi partida, eh.
-Te dejaste la dama por jugar a la velocidad del rayo. Vi tu cara roja de vergüenza y me acerqué a ver qué pasaba en tu tablero.
-Sí, me dejé la dama por jugar rápido. Pero el rival es muy malo, Chuchi.
-Y cómo se te ocurrió realizar esa especie de ceremonial tan ridículo.
-¿Te refieres a que le anuncié mate en tres?
-No. Me refiero a que jugábamos de visitantes en las instalaciones del Ateneo. Que te pusiste de pie. Que le dijiste “eres muy malo”. Que le hiciste una especie de bendición con tu mano derecha haciendo la señal de la cruz. Y que a voz en grito le soltaste “Mate en tres”.
-Chuchi, ¿tú crees que me pasé con Román?
-Siete pueblos. Tú te crees que habiendo cuatro partidas en juego, en un torneo oficial entre dos equipos, puedes ponerte de pie y hablar a voz en grito, alarmando a todos los que estábamos jugando. Hay que mantener el silencio, la cortesía, y no molestar innecesariamente ni a tu rival ni a los jugadores de las otras partidas.
-Bueno, Chuchi, lo hecho, hecho está.
-No lo vuelvas a hacer, por favor. Todos pasamos mucha vergüenza.
-Cambiando de tema. He salido un par de veces con nuestro Fernandillo.
-Yo también lo he hecho.
-Pues el caso es que sale con una chica que estudia Filología Inglesa.
-¿Y qué?
-Pues que yo voy de relleno, de carabina, para que no se sientan incómodos estando los dos solos como si fueran novios de verdad.
-¿Qué me cuentas? Fernando me ha presentado a Elena. No te puedo decir mucho de ella, porque me advirtió, Elena es mucha Elena, es Helena de Troya. Estuve hablando un poco con ella y enseguida Fernando me hizo una seña que interpreté como “Elena es mía”.
-He salido varias veces con ellos, y la verdad es que como voy de observador, de convidado de piedra, pues observo, analizo, me doy cuenta de cosas.
-Venga anda cállate un poco, que hemos venido a clase, no a contar batallitas del fin de semana.
-El caso es que Fernandillo, el nuestro, está coladito, Chuchi, está enamoraoooo.
-¿y qué? ¿A ti qué te importa?
-Pues porque veo que ella no le corresponde de la misma forma. Siempre paga él, nunca lo hace ella. Y no veo en ella ningún signo de enamoramiento por Fernandillo.
-Te vuelvo a decir, ¿a ti qué te importa?
-He pensado en hablar con él.
-¿Para qué?
-Para decirle la verdad.
-¿Qué verdad?
-Que ella solamente sale con él por no aburrirse, porque él paga. De alguna manera quiere introducirse en sociedad en un ambiente que no le corresponde, y se está aprovechando de nuestro Fernandillo, Chuchi…
Vi una persona situada a medio metro de mí, y dejé de mirar a Asín, para ver la cara de mi profesora Pilar. Su rostro no denotaba enfado, sus ojos no echaban fuego, su voz era tranquila y serena, como ella era.
-Sal a la pizarra y continúa la clase. Por favor.
Dudé un instante si pedir perdón por lo sucedido o excusarme de alguna forma, pero me dije, no pasa nada por salir a la pizarra, ha sido todo culpa de Asín. A la pizarra.
Asín se separó un poco de mí para poder sentarme en la mesa y salir sin hacer levantar a toda la fila. Escuché la voz de Pilar que decía:
-No te será muy difícil acabar tú la clase de hoy. Considerando que me estabas prestando una atención nula, te sabrás bien el tema.
Miré a la pizarra, y allí había una línea en la que había un igual, y una letra a la izquierda del igual, y otras letras a la derecha del igual.
No tardé en suponer qué era cada una de las letras. Ese curso, habíamos adoptado una nueva forma, más cómoda, de expresar la derivada respecto del tiempo: era poniendo un punto encima de una letra mayúscula.
Decidí explicar para toda la clase el sentido de la línea de la pizarra.
Y le pregunté a Pilar:
-¿Es correcto lo que he dicho hasta ahora?
-Sí. Continúa, por favor.
Me aventuré a derivar toda la expresión respecto del tiempo.
La expresión que escribí debajo, era como la de arriba pero con un punto más encima de cada letra mayúscula. Expliqué que lo que antes era el espacio o el recorrido, ahora era la velocidad, y lo que antes era la velocidad, ahora era la aceleración en la expresión que yo había escrito. Y volví a preguntar a Pilar:
-¿Voy bien?
-Sí, vas bien. Sigue.
Decidí volver a derivar la segunda expresión respecto del tiempo y antes de haber acabado de escribir la expresión entera en la pizarra sonó el timbre que marcaba el final de la clase. Pilar debió pensar que me había desenvuelto mejor de lo que ella esperaba, y que no había demostrado ni vergüenza ni temor por haber tenido que salir a la pizarra por estar molestando en clase a todos los demás. Y añadió:
-Si tú quisieras.
Había dos profesores de Mecánica y Ondas. Uno de ellos, Jesús Martín, era muy vivaz, muy divertido en clase, pero le gustaba mucho mirar nuestras caras, y no soportaba las caras de aburrimiento, de cansancio o de estar en babia. Con frecuencia tiraba una tiza con fuerza a aquel alumno que estuviera distraído. El alumno, sí cogía la tiza, demostraba que estaba despierto. Si no cogía la tiza, tenía dos opciones: la primera era salir un poco a la pizarra a que tanto el profesor como los compañeros se rieran un poco de él (con frecuencia no estaba al corriente de la materia y no podía ni sabía responder a las preguntas del profesor Martín). La segunda era salir del aula e ir a tomar un café . El profesor Martín tenía dos obsesiones. La primera era diseñar un péndulo de Foucault con una ayuda eléctrica para que no perdiera amplitud y que no terminase parándose por el efecto de los rozamientos. La segunda era organizar seminarios sobre la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Para la primera obsesión tenía conformado un grupo de alumnos que se dedicaba a diseñar, fabricar, e instalar la ayuda eléctrica que permitiría el primer péndulo de Foucault que funcionara él solito sin perder su amplitud. El invento se probó el día que el Decano de la Facultad de Ciencias asistió a la inauguración de la Facultad de Físicas, que era de nueva construcción, y que se dio por acabada con la instalación del Péndulo.
No estuvo del todo mal, porque hubo un vino español. Pero el péndulo, ayudado por un brazo eléctrico, torció la sonrisa de satisfacción del profesor Martín. La gran bola del péndulo tiene que demostrar la rotación de la tierra, y para tal fin, había colocados unos bolos formando una circunferencia. Si el péndulo funcionaba bien, debería tirar todos los bolos de la circunferencia en 12 horas, en medio día. Mientras nos tomabámos el vino, empezamos a ver que el péndulo no funcionaba bien, pues acabó con todos los bolos tumbados en poco más de una hora. A partir de entonces, el péndulo siempre lo vi parado, y no se volvió a hablar de un péndulo de Foucault autómata.
Si Jesús Martín ocupaba el despacho 33 y era vivaz, nervioso, retador, su contrapunto estaba en el despacho 34. Pilar García Estevez, también impartía la asignatura Mecánica y Ondas. Era bastante joven, guapita de cara, y ciertamente rellenita de carnes. Creo que con el tiempo se convirtió en mi amor platónico. Sí, ese curso, la persona a la que más atención prestaba era a mi profesora de Mecánica y Ondas. Por eso me extraña muchísimo como pudo suceder lo que a continuación os voy a contar.
Ocurrió que mi compañera de la derecha, cierta día faltó a clase. Nunca faltaba, Marta, era una compañera muy responsable, iba todos los días puntualmente a clase, y tenía confeccionados muy buenos apuntes. Jesús Asín, mi compañero del equipo de ajedrez, aprovechó para sentarse conmigo, dado que el asiento a mi derecha ese día estaba libre. Desde el mismo momento que se sentó, llegando tarde, empezó a contarme cosas relacionadas con el fin de semana.
-Chuchi, estuvo bien mi partida, eh.
-Te dejaste la dama por jugar a la velocidad del rayo. Vi tu cara roja de vergüenza y me acerqué a ver qué pasaba en tu tablero.
-Sí, me dejé la dama por jugar rápido. Pero el rival es muy malo, Chuchi.
-Y cómo se te ocurrió realizar esa especie de ceremonial tan ridículo.
-¿Te refieres a que le anuncié mate en tres?
-No. Me refiero a que jugábamos de visitantes en las instalaciones del Ateneo. Que te pusiste de pie. Que le dijiste “eres muy malo”. Que le hiciste una especie de bendición con tu mano derecha haciendo la señal de la cruz. Y que a voz en grito le soltaste “Mate en tres”.
-Chuchi, ¿tú crees que me pasé con Román?
-Siete pueblos. Tú te crees que habiendo cuatro partidas en juego, en un torneo oficial entre dos equipos, puedes ponerte de pie y hablar a voz en grito, alarmando a todos los que estábamos jugando. Hay que mantener el silencio, la cortesía, y no molestar innecesariamente ni a tu rival ni a los jugadores de las otras partidas.
-Bueno, Chuchi, lo hecho, hecho está.
-No lo vuelvas a hacer, por favor. Todos pasamos mucha vergüenza.
-Cambiando de tema. He salido un par de veces con nuestro Fernandillo.
-Yo también lo he hecho.
-Pues el caso es que sale con una chica que estudia Filología Inglesa.
-¿Y qué?
-Pues que yo voy de relleno, de carabina, para que no se sientan incómodos estando los dos solos como si fueran novios de verdad.
-¿Qué me cuentas? Fernando me ha presentado a Elena. No te puedo decir mucho de ella, porque me advirtió, Elena es mucha Elena, es Helena de Troya. Estuve hablando un poco con ella y enseguida Fernando me hizo una seña que interpreté como “Elena es mía”.
-He salido varias veces con ellos, y la verdad es que como voy de observador, de convidado de piedra, pues observo, analizo, me doy cuenta de cosas.
-Venga anda cállate un poco, que hemos venido a clase, no a contar batallitas del fin de semana.
-El caso es que Fernandillo, el nuestro, está coladito, Chuchi, está enamoraoooo.
-¿y qué? ¿A ti qué te importa?
-Pues porque veo que ella no le corresponde de la misma forma. Siempre paga él, nunca lo hace ella. Y no veo en ella ningún signo de enamoramiento por Fernandillo.
-Te vuelvo a decir, ¿a ti qué te importa?
-He pensado en hablar con él.
-¿Para qué?
-Para decirle la verdad.
-¿Qué verdad?
-Que ella solamente sale con él por no aburrirse, porque él paga. De alguna manera quiere introducirse en sociedad en un ambiente que no le corresponde, y se está aprovechando de nuestro Fernandillo, Chuchi…
Vi una persona situada a medio metro de mí, y dejé de mirar a Asín, para ver la cara de mi profesora Pilar. Su rostro no denotaba enfado, sus ojos no echaban fuego, su voz era tranquila y serena, como ella era.
-Sal a la pizarra y continúa la clase. Por favor.
Dudé un instante si pedir perdón por lo sucedido o excusarme de alguna forma, pero me dije, no pasa nada por salir a la pizarra, ha sido todo culpa de Asín. A la pizarra.
Asín se separó un poco de mí para poder sentarme en la mesa y salir sin hacer levantar a toda la fila. Escuché la voz de Pilar que decía:
-No te será muy difícil acabar tú la clase de hoy. Considerando que me estabas prestando una atención nula, te sabrás bien el tema.
Miré a la pizarra, y allí había una línea en la que había un igual, y una letra a la izquierda del igual, y otras letras a la derecha del igual.
No tardé en suponer qué era cada una de las letras. Ese curso, habíamos adoptado una nueva forma, más cómoda, de expresar la derivada respecto del tiempo: era poniendo un punto encima de una letra mayúscula.
Decidí explicar para toda la clase el sentido de la línea de la pizarra.
Y le pregunté a Pilar:
-¿Es correcto lo que he dicho hasta ahora?
-Sí. Continúa, por favor.
Me aventuré a derivar toda la expresión respecto del tiempo.
La expresión que escribí debajo, era como la de arriba pero con un punto más encima de cada letra mayúscula. Expliqué que lo que antes era el espacio o el recorrido, ahora era la velocidad, y lo que antes era la velocidad, ahora era la aceleración en la expresión que yo había escrito. Y volví a preguntar a Pilar:
-¿Voy bien?
-Sí, vas bien. Sigue.
Decidí volver a derivar la segunda expresión respecto del tiempo y antes de haber acabado de escribir la expresión entera en la pizarra sonó el timbre que marcaba el final de la clase. Pilar debió pensar que me había desenvuelto mejor de lo que ella esperaba, y que no había demostrado ni vergüenza ni temor por haber tenido que salir a la pizarra por estar molestando en clase a todos los demás. Y añadió:
-Si tú quisieras.
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Como ya puse en otro hilo al final ibas a seguir escribiendo y contándonos historias.
Era previsible, ademas con intervenciones de tus múltiples nicks.
Bueno ha cambiado el tema, veremos como se desarrolla este.
Era previsible, ademas con intervenciones de tus múltiples nicks.
Bueno ha cambiado el tema, veremos como se desarrolla este.
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Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Veremos cómo se desarrolla éste.
Sí, soy facha y voto a VOX. ¿Algún problema?
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Han pasado la friolera de 31 años de estas sesiones en estudio.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Cierto día, recibí una llamada de Jesús Asín. Me dijo que iba a celebrar su cumpleaños el sábado con una cena en su casa, y que le gustaría que lo acompañase.
Sobre las nueve de la noche llegué a su casa. Ya sabéis, todo dos, Chuchi.
Número 2, piso 2B.
-Sube Chuchi.
Una vez arriba se alegró mucho al verme. Me presentó a su hermana, saludé a su madre y estuvimos un buen rato hablando animadamente los cuatro. Sobre las diez de la noche, su hermana nos indicó que pasáramos al comedor. Cenamos tranquilamente y sobre las 11 de la noche, habíamos terminado. Su hermana quería que nos quedásemos un rato con ella. Me dijo que yo era muy simpático. Pero sobre las doce de la noche, nos despedimos de su madre y su hermana, y salimos a dar una vuelta. Mientras íbamos camino de la Gran Vía, Jesús me iba diciendo que él no ligaba nunca, porque estaba calvo y tenía gafas de bastante graduación. Yo le dije que lo importante es la seguridad en uno mismo. Él no estaba muy de acuerdo. Me dijo que yo le había gustado a su hermana, y le contesté que me había dado cuenta. Añadí, por tirarme un farol, ya verás cómo se hace, lo importante es confiar en uno mismo.
Una vez llegamos a la Gran vía, la cruzamos en uno de los pasos de peatones, y entramos en uno de los sitios de marcha. Era un local de dos pisos. El piso bajo era una superficie cuadrada y diáfana, con una barra al fondo. A la dercha se encontraban los baños. Había una escalera para subir al piso de arriba, que era una especie de corredor cuadrado con un gran hueco en el medio. El piso de arriba era todo de madera, y había una barandilla, de color beige. Nada más entrar le guiñé un ojo a Jesús, y observé que había dos chicas solas, aburridas, y con sus vasos de tubo vacíos. Sin dudarlo un momento, me acerqué, creo que dije en inglés “Please, Let me” y con una mano cogí uno de los vasos de tubo de una de las chicas y lo subí al piso de arriba, dejándolo en el borde, debajo de la barandilla beige. Después hice lo mismo con el otro vaso de la otra chica. Me dieron las gracias.
Nos pusimos los cuatro a hablar animadamente. Las dos chicas eran de Canadá. Les hablé de lo bonito que era Vancouver, y tampoco os quiero aburrir a vosotros mis lectores demasiado contando lo que estuvimos hablando por espacio de una media hora. Me preguntaron si había estado en Vancouver, y les dije que no, pero que había visto un reportaje en una revista de destinos turísticos…..
Había un gran contraste entre las dos chicas. Eran como el agua y el aceite, como si algo no concordase. Una de ellas llevaba un vestido muy elegante, blanco, y unos zapatos también blancos, un collar de perlas, unos pendientes a juego y una pulsera de oro con su nombre “Carol”. Era rubita, de tez clara, de algo menos de 1,70 de estatura, y francamente, me gustaba. La que yo pensé que era su amiga, tenía puesta una camiseta negra y unos pantalones vaqueros. Y calzaba unas zapatillas deportivas. Era morena, y su cara era del montón, ni fu ni fa. En un momento dado Carol se excusó y se fue al baño. Me extrañó mucho que no se fueran juntas las dos como acostumbran a hacer la mayoría de las chicas, que van de dos en dos. En cuanto se hubo ido Carol, la morena nos empezó a contar una historia. Nos dijo que no pensáramos que Carol era de buena familia y ella no. Nos dijo que Carol se había ido un fin de semana a París invitada por el dueño de la discoteca Morgana. Nos dijo que apenas había visto París, porque habían pasado la mayor parte del tiempo en la habitación. Y nos dijo que todo lo que Carol llevaba puesto encima, absolutamente todo, eran obsequios que le había comprado el propietario de Morgana.
Le guiñé un ojo a Asín, y se acercó. Le dije, se lo voy a contar a Carol, y a ver qué pasa. Tenemos la oportunidad de separarlas.
Carol venía de vuelta del baño, y le hice unn gesto de que la invitaba a una copa. Nos fuimos hacia la barra del fondo. Los camareros estaban bastante ocupados y le empecé a hablar a Carol.
-¿Sois muy amigas?
-Que va. Somos compatriotas, nada más.
-Es que te voy a decir lo que nos acaba de contar tu compatriota.
-¿Qué os ha contado?
-Nos ha contado que has estado un fin de semana en París. Que apenas has salido de la habitación del hotel. Y que todo lo que llevas puesto, absolutamente todo, son regalos del dueño de Morgana por acostarte con él.
Carol se puso roja, y me dijo, me vas a invitar a una copa, pero no aquí.
Como alma que lleva el diablo, fue hacia su compatriota, le arreó una gran torta que dejó a la otra dolida y avergonzada, y salió apresuradamente del local. Le hice un gesto a Asín, de que nos separábamos y balbuceé un “suerte amigo”.
Alcancé a Carol en la acera de unos soportales y seguía andando muy deprisa. Le di a elegir entre ir al Puerto de Chus o a la Bibliotheca, y prefirió la Bibliotheca, y hasta aquí puedo contar.
Sobre las nueve de la noche llegué a su casa. Ya sabéis, todo dos, Chuchi.
Número 2, piso 2B.
-Sube Chuchi.
Una vez arriba se alegró mucho al verme. Me presentó a su hermana, saludé a su madre y estuvimos un buen rato hablando animadamente los cuatro. Sobre las diez de la noche, su hermana nos indicó que pasáramos al comedor. Cenamos tranquilamente y sobre las 11 de la noche, habíamos terminado. Su hermana quería que nos quedásemos un rato con ella. Me dijo que yo era muy simpático. Pero sobre las doce de la noche, nos despedimos de su madre y su hermana, y salimos a dar una vuelta. Mientras íbamos camino de la Gran Vía, Jesús me iba diciendo que él no ligaba nunca, porque estaba calvo y tenía gafas de bastante graduación. Yo le dije que lo importante es la seguridad en uno mismo. Él no estaba muy de acuerdo. Me dijo que yo le había gustado a su hermana, y le contesté que me había dado cuenta. Añadí, por tirarme un farol, ya verás cómo se hace, lo importante es confiar en uno mismo.
Una vez llegamos a la Gran vía, la cruzamos en uno de los pasos de peatones, y entramos en uno de los sitios de marcha. Era un local de dos pisos. El piso bajo era una superficie cuadrada y diáfana, con una barra al fondo. A la dercha se encontraban los baños. Había una escalera para subir al piso de arriba, que era una especie de corredor cuadrado con un gran hueco en el medio. El piso de arriba era todo de madera, y había una barandilla, de color beige. Nada más entrar le guiñé un ojo a Jesús, y observé que había dos chicas solas, aburridas, y con sus vasos de tubo vacíos. Sin dudarlo un momento, me acerqué, creo que dije en inglés “Please, Let me” y con una mano cogí uno de los vasos de tubo de una de las chicas y lo subí al piso de arriba, dejándolo en el borde, debajo de la barandilla beige. Después hice lo mismo con el otro vaso de la otra chica. Me dieron las gracias.
Nos pusimos los cuatro a hablar animadamente. Las dos chicas eran de Canadá. Les hablé de lo bonito que era Vancouver, y tampoco os quiero aburrir a vosotros mis lectores demasiado contando lo que estuvimos hablando por espacio de una media hora. Me preguntaron si había estado en Vancouver, y les dije que no, pero que había visto un reportaje en una revista de destinos turísticos…..
Había un gran contraste entre las dos chicas. Eran como el agua y el aceite, como si algo no concordase. Una de ellas llevaba un vestido muy elegante, blanco, y unos zapatos también blancos, un collar de perlas, unos pendientes a juego y una pulsera de oro con su nombre “Carol”. Era rubita, de tez clara, de algo menos de 1,70 de estatura, y francamente, me gustaba. La que yo pensé que era su amiga, tenía puesta una camiseta negra y unos pantalones vaqueros. Y calzaba unas zapatillas deportivas. Era morena, y su cara era del montón, ni fu ni fa. En un momento dado Carol se excusó y se fue al baño. Me extrañó mucho que no se fueran juntas las dos como acostumbran a hacer la mayoría de las chicas, que van de dos en dos. En cuanto se hubo ido Carol, la morena nos empezó a contar una historia. Nos dijo que no pensáramos que Carol era de buena familia y ella no. Nos dijo que Carol se había ido un fin de semana a París invitada por el dueño de la discoteca Morgana. Nos dijo que apenas había visto París, porque habían pasado la mayor parte del tiempo en la habitación. Y nos dijo que todo lo que Carol llevaba puesto encima, absolutamente todo, eran obsequios que le había comprado el propietario de Morgana.
Le guiñé un ojo a Asín, y se acercó. Le dije, se lo voy a contar a Carol, y a ver qué pasa. Tenemos la oportunidad de separarlas.
Carol venía de vuelta del baño, y le hice unn gesto de que la invitaba a una copa. Nos fuimos hacia la barra del fondo. Los camareros estaban bastante ocupados y le empecé a hablar a Carol.
-¿Sois muy amigas?
-Que va. Somos compatriotas, nada más.
-Es que te voy a decir lo que nos acaba de contar tu compatriota.
-¿Qué os ha contado?
-Nos ha contado que has estado un fin de semana en París. Que apenas has salido de la habitación del hotel. Y que todo lo que llevas puesto, absolutamente todo, son regalos del dueño de Morgana por acostarte con él.
Carol se puso roja, y me dijo, me vas a invitar a una copa, pero no aquí.
Como alma que lleva el diablo, fue hacia su compatriota, le arreó una gran torta que dejó a la otra dolida y avergonzada, y salió apresuradamente del local. Le hice un gesto a Asín, de que nos separábamos y balbuceé un “suerte amigo”.
Alcancé a Carol en la acera de unos soportales y seguía andando muy deprisa. Le di a elegir entre ir al Puerto de Chus o a la Bibliotheca, y prefirió la Bibliotheca, y hasta aquí puedo contar.
Última edición por lElouCh el 30 Jul 2020, 19:40, editado 1 vez en total.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
¿es posible comprar en alguna librería la novela para leerla de un tirón?
.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
En cuanto esté terminada, te la paso gratuitamente, por supuesto...
No están las cosas para publicar libros, y menos en papel.
No están las cosas para publicar libros, y menos en papel.
"En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo" Smyslov
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Para ir desde el Centro Universitario Marista hasta el Curso de ajedrez que se impartía en el Colegio Universitario San Bartolomé, cruzábamos la Avenida Alemania, atravesábamos por unas calles prácticamente desiertas, nos adentrábamos en el barrio chino y al final, después de una subida empinada, alcanzábamos la plazoleta donde se encontraba el Colegio S. Bartolomé. Durante el mes de Octubre, algunos días veíamos a algunas de las chicas del barrio chino, tomando el sol, incluso bañándose desnudas en unas bañeras al aire libre, si el día era soleado y la temperatura lo permitía. Alguna vez nos dijeron alguna cosa:
-Guapos. ¿Queréis pasar un buen rato con nosotras?
Como pasábamos dos tardes por semana por allí, al final nos dejaron en paz, bien porque no nos interesaba o bien porque al ser estudiantes, no teníamos dinero.
Pero llegaron los meses de noviembre y de diciembre y los días se fueron acortando, hasta que cierto día, ya de noche, nos dirigíamos al taller de ajedrez. Cuando estábamos subiendo la última pendiente antes de llegar, un drogadicto se puso a caminar con nosotros y nos empezó a pedir dinero.
-Chicos, tengo el mono y necesito un pico. Si tenéis algo de dinero, dádmelo, por favor. No sabéis lo que es esto, y lo malo que me pongo cuando dinero para una dosis.
-Somos estudiantes, y vamos a un curso de ajedrez. Yo no llevo dinero encima porque no me hace falta. Lo siento. Si tuviera, aunque fuera cien o doscientas pesetas te las daba, pero no las llevo encima. Golpeé varias veces el bolsillo pequeño de mi pantalón para demostrar que no llevaba monedas.
El drogadicto se dirigió a mi acompañante.
-¿Y tú, me das algo? Hoy estoy muy nervioso. Necesito mi pico ya.
Mi acompañante sacó de su bolsillo un billete de quinientas pesetas y se lo dio al hombre.
-Muchas gracias, chico. Es poco pero gracias.
Una vez habíamos llegado al curso, mi acompañante me dijo que debíamos compartir la pérdida de las quinientas pesetas.
-Tú me puedes dar 250 pesetas, ¿te parece bien?
-La verdad es que no. Tú le has dado el dinero porque has querido.
-No. Mi dinero nos ha salvado de un disgusto gordo.
-Que va. Se lo has dado porque has querido.
Entonces se lo demostré. Metí la mano en uno de mis bolsillos grandes del pantalón y le enseñé el dinero que realmente llevaba: un billete rojo de 2000 pesetas y otro verde de 1000 pesetas.
Ese fue el último día que fue conmigo al taller de ajedrez.
Impartía el curso un Maestro Internacional que había ganado en una ocasión el Campeonato de España. Se llamaba Javier y era bastante simpático y agradable. El primer día nos dijo que para un ajedrecista lo más importante en la vida es el ajedrez. Nos recomendó una serie de libros que son imprescindibles en la biblioteca de todo ajedrecista, y dispuso un tablero en cada mesa, para jugar una partida él con cada uno de nosotros y valorar nuestro nivel de juego. El primer día recuerdo que éramos unos ocho los que asistimos al curso y que como era de esperar nos ganó a todos todas las partidas.
Después de eso nos habló un poco de la historia de los campeones del mundo de ajedrez. Y de lo mucho que hay que estudiar para llegar a ser un Maestro en ajedrez. Más tarde nos dijo que hay tres facetas o etapas en el juego. La apertura, el medio juego y el final. Que nos iría enseñando poco a poco un poco de aperturas, un poco de medio juego, y un poco de finales. Allí conocí a mis compañeros de taller. Uno estudiaba Medicina, otro Farmacia, otro Derecho, varios más Físicas.
A partir del encuentro con el drogadicto, se planteaban dos opciones. Ir realmente sin dinero al curso por el camino más corto, o hacer una L evitando atravesar el barrio chino. Haciendo el recorrido largo, había que bajar por la calle prior, girar a la derecha, pasar por la Casa de las Conchas, girar a la derecha rodeando la Iglesia Pontificia, etcétera, lo que hacía el recorrido mucho más largo. A veces iba por el camino más corto y regresaba por el camino seguro e iluminado, por esas calles de edificios en piedra del centro de Salamanca.
Cuando llegó el mes de diciembre, ya no pensaba en otra cosa que no fuese el ajedrez. Fui a todas las bibliotecas buscando los libros que nuestro profesor, Javier, nos había recomendado. Si bien encontré algunos libros, tuve que comprar otros. Algunos eran libros de coleccionistas, libros agotados, como el del Torneo de Nueva York de 1924.
Si bien iba todas las mañanas a las clases, mis apuntes, estaban inmaculados, limpios, sin garabatear, sin anotaciones, sin estudiar.
Las tardes que no tenía taller de ajedrez, pedía la llave de la discoteca, cogía el tablero de la sala de lectura, y me llevaba algunos de los libros de ajedrez que tenía en ese momento. En la discoteca había discos de vinilo, casi todos de música británica. Al sacar cada disco de su funda de cartón, en la protección de papel de cada vinilo estaban impresas las letras de las canciones.
Había discos de Queen, de Rolling Stones, de Bob Dylan, de Carly Simon, de Simon&Garfunkel, de The Who, y de muchos otros artistas.
El equipo de sonido constaba de tres piezas, un tocadiscos, una doble pletina, y un amplificador. En el suelo estaban dos grandes altavoces.
Recuerdo que el disco que más pinchaba era uno de Queen, que comenzaba con Bohemian rhapsody:
“Mama, just killed a man
Put a gun against his head
Pulled my trigger, now he's dead
Mama, life had just begun
But now I've gone and thrown it all away
Mama, ooh
Didn't mean to make you cry
If I'm not back again this time tomorrow
Carry on, carry on
As if nothing really matters
Too late, my time has come….”
-Guapos. ¿Queréis pasar un buen rato con nosotras?
Como pasábamos dos tardes por semana por allí, al final nos dejaron en paz, bien porque no nos interesaba o bien porque al ser estudiantes, no teníamos dinero.
Pero llegaron los meses de noviembre y de diciembre y los días se fueron acortando, hasta que cierto día, ya de noche, nos dirigíamos al taller de ajedrez. Cuando estábamos subiendo la última pendiente antes de llegar, un drogadicto se puso a caminar con nosotros y nos empezó a pedir dinero.
-Chicos, tengo el mono y necesito un pico. Si tenéis algo de dinero, dádmelo, por favor. No sabéis lo que es esto, y lo malo que me pongo cuando dinero para una dosis.
-Somos estudiantes, y vamos a un curso de ajedrez. Yo no llevo dinero encima porque no me hace falta. Lo siento. Si tuviera, aunque fuera cien o doscientas pesetas te las daba, pero no las llevo encima. Golpeé varias veces el bolsillo pequeño de mi pantalón para demostrar que no llevaba monedas.
El drogadicto se dirigió a mi acompañante.
-¿Y tú, me das algo? Hoy estoy muy nervioso. Necesito mi pico ya.
Mi acompañante sacó de su bolsillo un billete de quinientas pesetas y se lo dio al hombre.
-Muchas gracias, chico. Es poco pero gracias.
Una vez habíamos llegado al curso, mi acompañante me dijo que debíamos compartir la pérdida de las quinientas pesetas.
-Tú me puedes dar 250 pesetas, ¿te parece bien?
-La verdad es que no. Tú le has dado el dinero porque has querido.
-No. Mi dinero nos ha salvado de un disgusto gordo.
-Que va. Se lo has dado porque has querido.
Entonces se lo demostré. Metí la mano en uno de mis bolsillos grandes del pantalón y le enseñé el dinero que realmente llevaba: un billete rojo de 2000 pesetas y otro verde de 1000 pesetas.
Ese fue el último día que fue conmigo al taller de ajedrez.
Impartía el curso un Maestro Internacional que había ganado en una ocasión el Campeonato de España. Se llamaba Javier y era bastante simpático y agradable. El primer día nos dijo que para un ajedrecista lo más importante en la vida es el ajedrez. Nos recomendó una serie de libros que son imprescindibles en la biblioteca de todo ajedrecista, y dispuso un tablero en cada mesa, para jugar una partida él con cada uno de nosotros y valorar nuestro nivel de juego. El primer día recuerdo que éramos unos ocho los que asistimos al curso y que como era de esperar nos ganó a todos todas las partidas.
Después de eso nos habló un poco de la historia de los campeones del mundo de ajedrez. Y de lo mucho que hay que estudiar para llegar a ser un Maestro en ajedrez. Más tarde nos dijo que hay tres facetas o etapas en el juego. La apertura, el medio juego y el final. Que nos iría enseñando poco a poco un poco de aperturas, un poco de medio juego, y un poco de finales. Allí conocí a mis compañeros de taller. Uno estudiaba Medicina, otro Farmacia, otro Derecho, varios más Físicas.
A partir del encuentro con el drogadicto, se planteaban dos opciones. Ir realmente sin dinero al curso por el camino más corto, o hacer una L evitando atravesar el barrio chino. Haciendo el recorrido largo, había que bajar por la calle prior, girar a la derecha, pasar por la Casa de las Conchas, girar a la derecha rodeando la Iglesia Pontificia, etcétera, lo que hacía el recorrido mucho más largo. A veces iba por el camino más corto y regresaba por el camino seguro e iluminado, por esas calles de edificios en piedra del centro de Salamanca.
Cuando llegó el mes de diciembre, ya no pensaba en otra cosa que no fuese el ajedrez. Fui a todas las bibliotecas buscando los libros que nuestro profesor, Javier, nos había recomendado. Si bien encontré algunos libros, tuve que comprar otros. Algunos eran libros de coleccionistas, libros agotados, como el del Torneo de Nueva York de 1924.
Si bien iba todas las mañanas a las clases, mis apuntes, estaban inmaculados, limpios, sin garabatear, sin anotaciones, sin estudiar.
Las tardes que no tenía taller de ajedrez, pedía la llave de la discoteca, cogía el tablero de la sala de lectura, y me llevaba algunos de los libros de ajedrez que tenía en ese momento. En la discoteca había discos de vinilo, casi todos de música británica. Al sacar cada disco de su funda de cartón, en la protección de papel de cada vinilo estaban impresas las letras de las canciones.
Había discos de Queen, de Rolling Stones, de Bob Dylan, de Carly Simon, de Simon&Garfunkel, de The Who, y de muchos otros artistas.
El equipo de sonido constaba de tres piezas, un tocadiscos, una doble pletina, y un amplificador. En el suelo estaban dos grandes altavoces.
Recuerdo que el disco que más pinchaba era uno de Queen, que comenzaba con Bohemian rhapsody:
“Mama, just killed a man
Put a gun against his head
Pulled my trigger, now he's dead
Mama, life had just begun
But now I've gone and thrown it all away
Mama, ooh
Didn't mean to make you cry
If I'm not back again this time tomorrow
Carry on, carry on
As if nothing really matters
Too late, my time has come….”
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Bohemian Rhapsody---Queen--subtitulada en español.
"No pasa nada por hacerse unas pajillas" --José Antonio Fuertes Martín.
Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Y así fue como los judíos creyeron en Jesús. Que todo lo ve y todo lo sabe.
Jesús, perdonó a su padre, perdonó a los malhechores, perdonó a sus enemigos, y la noticia del milagro de su resurrección se fue contando por toda Galilea. Hasta los romanos supieron que Jesús era especial, tenía un don, si es que no era el Dios verdadero.
Jesús, perdonó a su padre, perdonó a los malhechores, perdonó a sus enemigos, y la noticia del milagro de su resurrección se fue contando por toda Galilea. Hasta los romanos supieron que Jesús era especial, tenía un don, si es que no era el Dios verdadero.
una peseta sube la cebada
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Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Y esta historia no podria continuar?
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Re: Mi historia: Parte I: Salamanca 1989-1993
Deberia continuar...
Acapulco es una variedad de cebada.