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Parte II: Zamora 1993-1996

Publicado: 31 Jul 2020, 18:35
por FAV816
Decidí que Salamanca no era sitio para mí. Estudiar Física Teórica era demasiado esfuerzo, demasiados conceptos abstractos, demasiadas matemáticas, demasiado trabajo…

Decidí que podía trasladarme a estudiar Ingeniería Técnica Industrial (mecánica). Las asignaturas aprobadas de Físicas me las convalidaron, bien como créditos de asignaturas troncales, bien como créditos de libre elección.
Empezaba en una ciudad nueva, una nueva aventura. Dejar Salamanca, eso creía yo, era dejar atrás el ajedrez. Y dejar atrás el ajedrez, era tener la oportunidad de centrarme en estudiar lo que me gustaba, la aplicación práctica de los conocimientos, esto es la ingeniería.
El primer día que estuve en Zamora a realizar la matrícula, tuve la ayuda altruista de un chico muy simpático, que se llamaba Óscar. Óscar me dijo una frase, que yo creo que no es cierta del todo: “Zamora no se ganó en una hora, pero se ve en media.”
Ciertamente Zamora, tanto capital, como provincia, tiene muchos lugares interesantes que conocer. Zamora, es una ciudad que tiene cierto encanto. Y no me refiero a su famosa Semana Santa, a sus calles antiguas, a la Plaza de la Marina Española, a la Avenida de las Tres Cruces, sino a la cercanía, hospitalidad y naturalidad con la que los zamoranos acogen a los visitantes. En Zamora, como en Ávila, puedes ir a tomar algo a un bar, y enseguida hacer amigos. La gente es abierta, cercana, natural, y bondadosa.
El primer día de clase, Óscar, a quien conocí el primer día al matricularme, me presentó a todos los compañeros que conocía de Zamora. Me presentó a Miguel, que el curso anterior había estado estudiando en Valladolid Ingeniero Superior Industrial, y había quedado decepcionado del gran esfuerzo que le había supuesto en horas de estudio, para casi nada, pues había suspendido casi todas las asignaturas. Así, Miguel, decidió volverse a su pueblo, volver a Zamora, para intentar, viviendo en su casa de siempre, con sus amigos de siempre, obtener el título de Ingeniero Técnico en Mecánica, más fácil, y más breve, al ser solamente tres años.
Miguel y yo nos hicimos buenos amigos, y con frecuencia salíamos a tomar algo todos los sábados por la noche, casi siempre por la calle, Los Herreros, donde se concentran toda una serie de locales variopintos, en la que cada cual puede encontrar un local adaptado a su gusto personal.
Muchos sábados, Miguel y yo salíamos con unas compañeras, Mari-Jo, y Menchu, y nos lo pasábamos francamente bien.
Cierto día, la Escuela de Ingenieros Técnicos, que estaba situada en la Avenida Príncipe de Asturias, organizó una fiesta en una discoteca próxima. La discoteca, estaba al lado de una cafetería-bar que se llamaba Studio, y al que los cuatro, Miguel, Menchu, Mari-Jo y yo íbamos con frecuencia, con la misma frecuencia con la que algún profesor faltaba a su obligación de darnos clase. Allí en la cafetería Studio, cierto día, vimos a dos jóvenes jugando una partida de ajedrez. Empezamos los cuatro a hablar sobre si nos gustaba jugar, y si sabíamos más o menos. Miguel dijo que sabía jugar desde pequeño y que jugaba con su padre y con su hermano. Las dos compañeras, manifestaron que si bien sabían cómo se mueve cada una de las piezas, habían jugado poco, y no entendían los conceptos básicos del juego. A partir de ese día unas veces jugábamos Miguel y yo, y otras veces jugaban las chicas, y Miguel y yo, les ayudábamos siempre que nos pidieran un consejo, o nos expresaran una duda de qué pieza mover a continuación. Los dos chicos no íbamos con ninguna en concreto. Si una de ellas dudaba entre varias jugadas, y preguntaba, nosotros dábamos nuestra opinión razonándola. Studio estaba especializado en desayunos, café, chocolate, churros, porras, y en tapeo, siendo su especialidad la tortilla española, tanto tradicional como con relleno de mayonesa, pisto, etcétera.
Llegó el sábado de la fiesta en la discoteca próxima. Pagando la entrada a la fiesta tenías derecho a dos consumiciones. Creo que la discoteca abrió a las diez y media. Y como a mí siempre me ha gustado ir temprano a todos los sitios, poco después de la apertura entré en la discoteca a curiosear un poco. No había aún nadie conocido, ni profesores, ni compañeros de curso, tan sólo estaban los camareros, y dos chicas que estaban en el centro de la estancia. Decidí esperar a que viniera gente conocida entes de ir a pedir a la barra la primera copa de la noche. Y me acerqué con humildad hacia las dos chicas que allí estaban.
-Hola.
-Hola (me contestaron).
-Perdonad el atrevimiento, pero como no hay nadie todavía que conozca, porque solamente estáis vosotras, ¿os importa si me presento?
-En absoluto, nos encanta conocer gente nueva. Bienvenido.

Yo les conté que era nuevo en Zamora, que estaba estudiando Ingeniería Técnica Mecánica, y ellas me dijeron que eran modelos de la escuela que había en la ciudad. Sin saber bien el porqué, estuve hablando casi todo el tiempo con una de ellas, mientras la otra nos escuchaba. La chica con la que hablé casi todo el tiempo tenía más centímetros de todo. De pecho, de cintura, de glúteo. Llevaba puesta una de esas blusas o camisetas que tienen unas enormes letras de plata o de oro con su marca (ya sabéis, Carolina Herrera, Christian Dior, Gucci, Dolce&G ….) y sólo tenía un pequeño detalle, una abertura en el centro en forma de corazón que permitía ver parte de los senos de la chica. La otra chica llevaba otra camiseta de otra marca de moda, pero sin la abertura en forma de corazón y tenía puestas unas gafas Ray-Ban de montura dorada y cristales verdes. Creo que por ese motivo, por sus gafas de sol, decidí que era más interesante hablar con la otra chica, sin ningún cristal que me dificultara ver sus ojos, aunque bien pudiera ser por el boquete en forma de corazón en su blusa de marca. Una de las cosas que a todos nos gusta es que nos miren a la cara, a los ojos, que nos presten atención. Mirar a la cara, a los ojos, denota interés, demostramos que esa persona nos interesa….
Yo creo que al menos estuve tres cuartos de hora con ellas hasta que por fin entraron algunos compañeros y compañeras que yo conocía.
Me despedí de ambas dándoles las gracias por su simpatía, y por su amabilidad, a la vez que les dije, acaban de entrar algunos amigos míos.
Pasadlo bien y disfrutad. Hasta luego.
Tampoco sé si hice bien o hice mal en no invitarles a ellas dos a tomar algo. Hacerlo puede ser un signo de interés, pero también puede interpretarse como un gesto machista: el hombre paga por disfrutar de la belleza femenina. ¿No somos iguales? Pues igualdad, que cada cual se pague sus copas.
Nos lo pasamos realmente bien, bailoteando, y hablando en la barra cuando íbamos a pedir algo más que beber. Ninguno de nosotros éramos grandes bebedores, y rara vez nos íbamos de copas. Éramos más de ir por la cervecería internacional, y tomarnos una cerveza de marca. Pero sólo una.

Una mañana, según me iba acercando a la Escuela de Ingenieros, divisé algo que llamó mi atención. Una chica estaba parada, apoyándose en una pared, justo en la esquina por la que yo tenía que girar a la derecha para alcanzar la Avenida Príncipe de Asturias. Según me fui acercando, fui apreciando más detalles de la chica. Era rubia, y tenía el pelo suelto y liso. Llevaba puestas una botas de cuero rojo enrejadas, esto es, de cuero trenzado, permitiendo ver parte de la piel de sus pies y de sus tobillos. No llevaba puestas medias. Tenía puesta una falda de cuero rojo, muy corta, y de la cual colgaban tiras de cuero de unos quince centímetros. Al cuello tenía puesto una especie de collar de perro, también de cuero rojo. Y por encima de la falda, tenía una especie de corpiño de cuero rojo (perdón por la reiteración) que estaba ajustado y atado por detrás. La chica no enseñaba nada en absoluto, sin embargo era un espectáculo que hizo que mis ojos se abrieran como platos.
Me fui acercando, y levantó su pierna derecha, apoyando su bota derecha sobre la pared que tenía justo detrás. Cuando estuve a unos dos dos o tres de distancia, me di cuenta que era la chica de la discoteca que tenía puestas las gafas de sol de cristales verdes. Y en ese momento, cuando ella percibió que la había reconocido, empezó a caminar delante de mí, sin darme oportunidad de saludarla. Las tiras de cuero que colgaban de su escueta falda empezaron a bailar, a describir trayectorias imposibles en el aire. Apoyaba al caminar sus botines en el suelo con fuerza, cruzando los pies, esforzándose por pisar con el pie derecho lo más a la izquierda posible y viceversa con el izquierdo. Así se adentró en la Avenida Príncipe de Asturias, y fue desfilando durante unos 200 metros delante de mis ojos. No os oculto, que todo mi cuerpo pasó del frío al calor extremo en segundos. A pesar del frío a primera de la hora de la mañana, a pesar de la niebla que aún no había empezado a levantarse, ahí estaba yo, con un calentón de la leche, caminando a tres metros de distancia, detrás de una modelo que había decidido mostrarme a mí, especialmente a mí, lo que ella sabía hacer, desfilar. Desfilar y calentarme.
Por mi mente empezaron a aparecer las opciones disponibles a mi alcance.
Surgían pensamientos como llamaradas de fuego. Un torbellino de sensaciones me invadía. ¿Qué debía hacer yo?
¿Llamarla por su nombre, a ver si se paraba o se giraba?
¿Echar a correr y adelantarla?
¿Decir “Señorita, se va a coger un buen resfriado”?
¿Pedirle perdón por no haberle prestado a ella demasiada atención?
¿Invitarla a un chocolate caliente?
Al final decidí, que como buen monje budista, lo mejor no actuar en absoluto. El hombre, el monje es más libre cuando sabe que tiene la libertad de actuar o de no actuar. Cuando elige libremente. Dejarse llevar por el instinto, por lo innato, por el calentón, es contrario a la libertad del hombre.
“Monjes, no busquéis un refugio exterior. Sed vuestro propio refugio.”
“La falta de autocontrol provoca sufrimiento.”
“En el mundo pero no en el mundo. Abstenerse de acciones kármicas. Dejar estar. Evitar la actividad. Evitar la intervención.”
“Los planes fantásticos y los sueños vacíos al final causan dolor y desengaño.”

“La visión cabal persigue la liberación de la mente: potenciar el despego. Reducir el deseo. Minimizar el sufrimiento.”
“El hombre es torpe, ávido, apasionado e ignorante. Y por todo esto sufre.”
“¡Que la verdad sea vuestra isla! ¡Que la verdad sea vuestro refugio!

Cuando llegué a la puerta de la escuela, no sé si me sentí aliviado o apenado por el fin del desfile. Lo cierto es que entré por la puerta de la valla del patio, girando a la izquierda, y perdiendo de vista esa imagen de botas de cuero rojo, de cordones de cuero bailando en el aire frío de la mañana. Os confieso que durante la primera hora tenía la mente dividida en dos. Una mitad se afanaba en entender lo que el profesor plasmaba en la pizarra, trasladándolo al papel, y la otra mitad estaba haciéndose preguntas: ¿Porqué lo ha hecho? ¿Qué pretende demostrar? ¿He hecho bien entrando en la Escuela? ¿Debería haberle invitado a un chocolate caliente?

Decidí que son cosas de mujeres, cosas que a día de hoy no entiendo. Tampoco me esfuerzo en intentar desentrañar los secretos de cómo funciona la mente femenina.

Re: Parte II: Zamora 1993-1996

Publicado: 31 Jul 2020, 20:40
por Valentin31
Esta claro que me equivoqué de no ir a la universidad y quedarme en casa trabajando...aquí en el campo no se come uno un rosco

Re: Parte II: Zamora 1993-1996

Publicado: 31 Jul 2020, 21:17
por Kingquad
La vida del estudiante es muy buena y la del estudiante que no estudia es sin duda la mejor de todas

Re: Parte II: Zamora 1993-1996

Publicado: 01 Ago 2020, 08:27
por jd57a
eso no es un estudiante. es un jeta que vive de la teta de sus padres. Nunca fui más feliz qeu cuadno acabé la carrera. Estudiar, es decir aprobar todo por curso, no era nada fácil hace 30 años, HOy no lo sé, con todas las leyes socialistaas donde cualquiera puede pasar curso sin saber leer ni escribir pues a lo mejor han cambiado las cosas.